GARA:
Anjel Figueroa, en prisión atenuada, es hallado muerto en su domicilio
El
preso Anjel Figueroa, de 41 años, murió ayer en su domicilio del barrio
de Algorta (Getxo), donde cumplía condena desde 2008 en régimen de
prisión atenuada, debido a la grave enfermedad neurológica que padecía.
Su cuerpo permanecerá hoy en la capilla ardiente que se instalará en el
tanatorio Sarria, sito en Algortako Etorbidea.
El cuerpo
sin vida de Anjel Figueroa, que cumplió 41 años el pasado diciembre, fue
hallado por su madre ayer al mediodía en su domicilio de Algorta, en
Getxo. Por la tarde se le practicó la autopsia y su capilla ardiente
estará hoy en el tanatorio Sarria, en la Avenida de Algorta 69.
El suceso tuvo lugar
exactamente dieciséis años después de que su abuela, Antxoni Fernández,
falleciese en un accidente de tráfico ocurrido a la altura de Aranda de
Duero (Burgos), cuando acudía a visitarle a la cárcel de Alcalá Meco, a
500 kilómetros de su casa. Era 1997 y ella tenía entonces 75 años.
Durante su periodo de encarcelamiento vivió también la muerte de su
padre, en 1999.
El preso vizcaino se
encontraba en «prisión atenuada» desde noviembre de 2008 -llevaba 14
años en la cárcel y tenía una condena de 67-, debido a que sufría una
grave enfermedad neurológica. Este régimen, según explicaron fuentes de
Herrira, supone que la persona tenga que permanecer en su domicilio
veintidós horas al día.
Siendo muy joven ya se
le diagnosticó un mal febril, que se traducía en crisis de epilepsia.
«Antes de que entrara en la cárcel eran pequeñas ausencias, una pérdida
de consciencia durante unos pocos segundos. Desde entonces las crisis
son cada vez más largas y frecuentes; se ha pasado de una pérdida de
consciencia a la pérdida de conocimiento», explicaba su madre, Mari
Carmen Fernández, en una entrevista en GARA en noviembre de 2007.
Un año antes había
sido operado, pero no mejoró. Se le diagnosticó epilepsia y esclerosis
mesial, ambas enfermedades crónicas e incurables. Las crisis iban a más y
sus abogados reclamaron la puesta en libertad condicional, pero fue
denegada por la Audiencia Nacional.
El tratamiento médico
recomendaba vivir en un entorno tranquilo, relajado, sin pérdida de
sueño y con la medicación adecuada, circunstancias que no se daban en
prisión. Figueroa llegó al extremo de comenzar una huelga de hambre a
modo de protesta.
Llegó 2008 y la
situación siguió empeorando. Fue trasladado desde Córdoba a Langraitz.
Ingresó en reiteradas ocasiones en el hospital de Txagorritxu, debido a
los continuos ataques. La gravedad de su estado intensificó la
movilización social, con la creación de la plataforma Anjel Kalera!.
Finalmente, el 12 de noviembre de 2008 abandonó la cárcel alavesa para
cumplir en su casa el resto de la condena.
Tras
conocerse la noticia de su fallecimiento diferentes organismos
expresaron sus condolencias a los allegados y criticaron la política
penitenciaria, especialmente en lo que respecta a quienes sufren graves
enfermedades. Según el listado de Etxerat, otras diez personas que se
encuentran en circunstancias similares cumplen a día de hoy condena en
su domicilio. Un número similar se encuentra todavía en prisión.
Herrira remarcó que
«los presos gravemente enfermos deben de ser liberados para poder tratar
sus respectivas enfermedades en unas condiciones dignas y adecuadas,
sin ningún tipo de restricción que dificulte un tratamiento idóneo».
Este organismo recordó
que la política penitenciaria ya golpeó a esta familia cuando la abuela
murió a consecuencia de la dispersión y consideró urgente ponerle punto
final, ya que «vulnera de manera flagrante los derechos humanos y
genera consecuencias terribles e irreparables».
«La sociedad vasca no
quiere más muertes derivadas del conflicto que vive nuestro país, la
sociedad vasca ansía soluciones y quiere construir la paz. Un reto
colectivo en el que es imprescindible y fundamental acabar con las
medidas de excepción», insistió Herrira.
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